*El recinto religioso, en honor a Santiago Apóstol, es considerado uno de los primeros templos agustinos construidos tras la conquista de México-Tenochtitlán
Édgar Escamilla
Álamo, Temapache, Ver.- En medio de un pueblo olvidado por la historia, se yergue imponente la Iglesia de Santiago Apóstol, una construcción que data probablemente del 1540, aunque sus muros fueron levantados con las piedras de una pirámide huasteca, cuyos vestigios son aún palpables, dando muestra del legado del mestizaje entre las culturas del nuevo y del viejo mundo.
La historia se remonta al año 1540 cuando fue colocada la primera piedra, aunque no se precisa si fueron los frailes franciscanos o los agustinos quienes comenzaron la construcción; los últimos eran los que predominaban estas tierras en su labor evangelizadora.
Sin embargo, para conocer más acerca de Temapache es necesario viajar más en el pasado, pues los registros muestran un glifo de la cultura huasteca, lugar al que llamaban “tam apatz” o de las palmas de coyol, muy abundantes en la zona.
Cuenta la leyenda que en el lugar donde se encuentra actualmente la Iglesia existía una pirámide, teoría que se refuerza por las piedras labradas que forman parte de los muros en el acceso principal. En una de ellas se reconoce claramente una figura humana.
Antes de la conquista, los mexicas vencieron a los pueblos huastecos, entre ellos Tuzapan, Tzicoac y Tamapachco. Los prisioneros fueron llevados al Altiplano y sacrificados en honor a Huitzilopochtli, en 1487.
Tras la caída de Tenochtitlán y con el fin de imponer la religión católica, los conquistadores hicieron uso de la fuerza en contra de los pueblos locales, destruyendo los templos y altares indígenas. Hasta el lugar llegó Fray Agustín de Betancour, a finales del siglo XVII, quien publicaba la existencia de una fuente de la que brotaba agua según se empleara o no la música de una flauta.
Para la construcción de la Iglesia se emplearon además de las piedras de la vieja pirámide: arcilla, cantera, tepetate y hasta fósiles coralinos.
Durante la guerra de Independencia el pueblo de Temapache tuvo una importante participación, lo que le valió que en 1878 se le concediera el título de “Heroico Pueblo de Temapache de Gutiérrez Zamora”.
Los temapachenses también participaron durante la intervención francesa, en 1862, con 140 soldados de infantería, 125 de caballería, 20 artilleros y dos obuses de montaña. Se dice que se atrincheraron en la Iglesia Parroquial y en el fortín, además de un emplazamiento en Xoyotitla, muy cercano a este lugar, donde combatieron cuerpo a cuerpo contra los invasores, para finalmente ofrendar sus vidas.
A pesar de su importancia histórica, en 1927, se decide trasladar los poderes al pueblo de Álamo, donde residen hasta la fecha, con el aval del entonces gobernador Heriberto Jara Corona. Actualmente el pueblo conmemora este acto que consideran una burla, con una cabalgata desde Temapache hasta la cabecera.
La Iglesia de Santiago Apóstol se encuentra hoy envuelta en un velo de misterio, y de ella se cuenta innumerables versiones, entre las que destacan la existencia de túneles y bóvedas en las que se escondían tesoros.
Hay quienes proponen que pudiera ser más antigua, ya que muestra características arquitectónicas similares a las empleadas por la orden de los Caballeros Templarios, quienes habrían llegado a México mucho tiempo antes de la conquista, huyendo de la persecución en Europa.
Inclusive también se cuenta la historia del arribo del pirata Edward Mansfiel en 1678, quien después de saquear Tuxpan junto con su gente, navegó río arriba hasta llegar a Temapache.
Independientemente de las versiones, visitar el pueblo de Temapache es adentrarse en pasajes de la historia de México que se suele pasar por alto en las aulas; es conocer un paraje desde el cual se puede admirar la costa del Golfo de México y un paisaje en el que abundan los cítricos.